parece tan sencillo –el que indica que
las cifras adquieran diferente valor según
el lugar que ocupen en el número
respecto del resto– fue descubierto por
primera vez a comienzos del segundo
milenio a.C. por los matemáticos y
astrónomos de Babilonia. Ellos utilizaban
un sistema de numeración de base
sexagesimal (lo que quiere decir que
60 unidades de un orden equivalen a 1
del orden siguiente) con dos cifras,
clavo y espiga, que permitían representar
en forma aditiva los números
hasta 59. A partir de ese número, la
escritura era posicional.